Argentina y Chile son países limítrofes cuya frontera en común se extienden a lo largo de 4.400 kilómetros. Simplemente una línea divisoria de geografías, pueblos e historia similares. Una relación que siempre tuvo lugares y puntos de conflictos y que se zanjaron con igual cuota de sentido común como de pulsiones beligerantes.
Las primeras coincidencias surgieron a lo largo del siglo
XIX con la firma, entre ambos países, de los tratados de 1856 y 1881. El
primero de ellos para poner en claro las interpretaciones limítrofes que cada
país hacía de los formatos heredados de la colonia; ya hubiesen sido estos bajo
forma de virreinato, capitanía general ó real audiencia. El de 1881 se originó
a raíz del conflicto entre la alianza peruano-boliviana y Chile. La Argentina
sentó posición en favor de los aliados, pero finalmente decidió no intervenir y
acordar la paz con Chile firmando el tratado. Esta disputa había surgido en el
extremo norte de nuestro país y por cuestiones limítrofes de las que la
Argentina no era parte interesada. La postura nacional sacó a relucir las
diferencias que ambos países mantenían por sus proyecciones territoriales en la
zona de la Tierra del Fuego. Ya por entonces se advertía el valor estratégico
de las islas Picton, Lennox y Nueva ubicadas en la boca del Canal de Beagle. Aquí
se mencionó por primera vez el concepto del Principio Bioceánico.
No obstante el acuerdo de 1881, las diferencias
continuaron produciendo nuevos documentos en 1893 y 1902. Aunque las
discusiones quedaron opacadas con temas más globales como guerras mundiales y
crisis económicas de igual escala, el tema tomó más notoriedad en la segunda
mitad el siglo XX. Entonces se produjeron una sucesión de hechos que fueron
aumentando la tensión hasta algunos sucesos militares en 1967
Sin mayores consecuencias, Argentina y Chile firmaron en 1971 un nuevo Compromiso de Arbitraje y se acordó someter el diferendo a la decisión de una corte tutelada por el Reino Unido. Las conclusiones se conocieron en 1977 y otorgaban las tres islas en cuestión y la proyección oceánica sobre el Atlántico, a la República de Chile. Nuestro país lo rechazó de plano, declarándolo inadmisiblemente nulo y aumentado sus reclamos. La negativa provocó una escalada diplomática que dio lugar a las armas.
El conflicto golpeó al país entero como sociedad, pero
también porque se previeron acciones estratégicas a nivel nacional. El gobierno
de facto, comenzó una movilización general de tropas y armamentos y logística,
bajo un plan de ataque y defensa de singulares proporciones.
El portaaviones ARA 25 de mayo era la pieza principal de la Flota de Mar. Se situó en las costas fueguinas con aeronaves de caza, intercepción, bombardeo, vigilancia y rescate (Internet) |
La Fuerza Aérea estableció bases operativas en la Patagonia y algunos puntos de importancia en Neuquén y Córdoba, con la misión de efectuar ataques de bombardeo estratégico, la confrontación con su par enemiga y el apoyo aéreo en general de las maniobras terrestres.
Por último, a la Armada Argentina le fue confiada la zona en conflicto. Las características del terreno, el litoral marítimo y su escala geográfica, eran condicionantes que podían ser manejados a la perfección por los tres componentes navales; buques, infantería de marina y aviación naval. Estos debían asegurar la Tierra del Fuego, oponerse a la acción de la escuadra naval chilena y tomar las tres islas en cuestión.
La Flota de Mar se dividió en dos grupos. Uno de ellos estaría basado en el extremo este del Canal de Beagle y desde allí ejercer apoyo a las acciones anfibias costeras. El segundo se ubicó en la embocadura del Estrecho de Magallanes, cuidando la amenaza proveniente de su interior y eventualmente conducir acciones operativas sobre Punta Arenas.
Para las operaciones terrestres, la isla de Tierra del Fuego se particionó en dos áreas determinadas por el Lago Fagnano. El sector sur era todo el terreno comprendido al sur del lago, incluyendo la ciudad de Ushuaía, costas y el Canal de Beagle. El norte comprendía la mayor superficie nacional de la isla conformada orográficamente por planicies y montes. Este amplio teatro quedó a cargo de la casi la totalidad de los efectivos de la Infantería de Marina y sus medios anfibios.
Durante 1978 el Comando de Aviación Naval comenzó a recibir los nuevos Beechcraft T-34C1 Turbo Mentor. Justo a tiempo para ser desplegados en las bases de Tierra del Fuego (Sergio García Pedroche) |
La Infantería de Marina había establecido su base en la ciudad de Río Grande y había distribuido en todo el sector asignado 7 batallones de infantería propios y de Prefectura Naval, totalizando los 12.000 hombres apoyados por vehículos anfibios a orugas. Todas estas unidades tenían misiones tanto de defensa como ataque. Ofensivamente debían tomar los pozos petroleros de Cerro Sombrero, el copamiento del puerto de trasbordadores en Bahía Azula y la toma del poblado de El Porvenir.
La mayor parte de la aviación naval no embarcada conformó el Grupo Aeronaval Insular (GAI) y tenía su comando en la Base Aeronaval Río Grande, la Base Aeronaval Ushuaía y numerosos aeródromos de campaña. En total este grupo reunía unas 60 aeronaves de todo tipo. Para el ataque se disponía de 15 biplazas Beechcraft T-34C Turbo Mentor (recientemente incorporados) de la Escuela de Aviación Naval, 6 viejos North American T-28F/P Fennec (reacondicionados, ya que habían sido desafectados del servicio activo a principios de 1978 y que también habían formado parte de dicha escuela y de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque), 7 nuevos Aermacchi Mb-326 GB de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque, 10 helicópteros Aeroespatiale SA-316 Alouette III de la Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros.
Sud Aviation SA-316 Alouette III (s/n 1623) 3-H-102 de la 3° Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros fotografiado en Campo de Mayo el 17 de junio 1995 (Javier Mosquera-Avialatina vía Airliners.net) |
Beechcraft C-45H-BH Expeditor (s/n AF-653) EAN-307 cuando estaba asignado a la Escuela de Aviación Naval (https://parbeletche-corresponsal-naval.blogspot.com) |
Para la distribución estratégica de todas estas aeronaves se debían crear aeródromos y bases más o menos aptas para la operación específica de cada una de ellas. Además de la Bases Aeronaves de Río Grande y Ushuaía asentadas en los aeropuertos existentes, la Armada Argentina echó el guante de una amplia red de aeródromos privados pertenecientes a las antiguas estancias distribuidas en todo el territorio fueguino.
Estas pistas eran en extremo útiles durante las fuertes nevadas invernales o cuando los caminos desmejoraban debido a intensas lluvias. El medio aéreo era el único apto para mantener el suministro de víveres y comunicación de los cascos de estancia ubicados en el medio de la isla. La mayoría eran pistas de unos mil metros de extensión, despejadas de obstáculos, bien orientadas y sin complicaciones orográficas. Excelente condiciones para ser utilizadas por la aviación general, pero para ser utilizadas para operaciones militares se constituían tan sólo una buena plataforma que debía ser adaptada.
Foto de la Guía Shell de Aeródromos, con las pistas fueguinas existentes a principios de los años ´50 (Guía Shell de Aeródromos) |
En efecto, durante todo el transcurso de 1978 la Armada desafectó del vuelo, tres oficiales que se encargaron solapadamente de efectuar la planificación, diseño y preparación de las pistas existentes y a crear. Los designados fueron el teniente de navío aviador Luis Fucile de la Escuela de Aviación Naval, el teniente de navío CP Román Pellejero de la Base Aeronaval Punta Indio y el teniente de navío aviador Julio Barraza de la Base Aeronaval Punta Indio. Los tres efectuaron numerosos viajes a Tierra del Fuego a fin de evaluar recursos locales, movilidad, caminos, central de operaciones, alojamiento, comida, comunicaciones, sitios, etc. Puntualmente, para el relevamiento de las pistas lugares aptos para la operación de aeronaves a hélice, colaboró el teniente de navío Ansay y el guardiamarina Héctor Maffi.
Además de las bases existentes en Río Grande y Ushuaía, los oficiales determinaron la adaptación y construcción de catorce aeródromos de campaña. Algunos de ellos habían sido designados como de base efectiva y otras que serían usadas para situaciones de emergencia ó despliegues ocasionales.
1.
Estancia El Roble (pista existente de 1.290 x 20. Con
dotación y operación de aviones)
2.
Estancia Los Cerros (pista existente de 1.275 x 25.
Con dotación y operación de aviones)
3. Valle de Andorra (base de concentración de
helicópteros armada para el operativo. Con dotación y operación de
helicópteros)
4. Tolhuin. (pista existente de 1.150 x 20. No se
utilizó)
5.
Estancia La Sara (pista existente de 1.190 x 25. Con
dotación y operación de aviones)
6. Estancia Las Violetas (Tramo de la Ruta Nacional N° 3.
Se pavimentaron 2.460 x 20 con plataformas en cada cabecera. No se utilizó)
7.
Estancia San José. (Pista construida en las cercanías
del paso fronterizo Radman. 1.260 x 35. No se utilizó)
8. Estancia Viamonte. (Tramo de la Ruta Nacional N° 3. Se
pavimentaron 2.480 x 20 con plataformas en cada cabecera. No se utilizó)
9. Playa de Puerto Español. Bahía Aguirre. (Conocida como
base “Frutilla”. Se seleccionó como posible punto de concentración de
helicópteros)
10.
Estancia Cullén Norte. (Pista construida al norte del
casco de la estancia. 1.250 x 30. No se utilizó)
11.
Estancia Cullén Sur (Pista existente y muy corta.
1.100 x 35. No se utilizó)
12.
Planta Petrolera de San Sebastián. (Pista existente.
Muy corta y con obstáculos. 900 x 45. No se utilizó)
13.
San Sebastián (Pista existente. 1.250 x 30. No se
utilizó)
14.
Cabo Santo Domingo. (Pista existente. 1.500 x 40. Con
dotación y operación de aviones)
Ubicación de las pistas existentes y las de campaña preparadas especialmente para la Operación Tronador, en isla de Tierra del Fuego (Aeródromos Extintos y Olvidados) |
Todas estas pistas y sitios a construir, debían ser preparadas para permitir la operación de aeronaves a hélice y jets, pero además debían tener sectores de dispersión de aeronaves, protección del personal, áreas de almacenamiento, etc. Aquí talló las habilidades del guardiamarina Héctor Maffi, quien en su vida civil cursaba la carrera de arquitectura.
Maffi preparó un arreglo estándar de pista con
refugios, casamatas y albardones en forma de “U” ó herradura. Previó el
mejoramiento de accesos y la dotación de depósitos de combustibles, equipos de
apoyo aeronáutico y generadores eléctricos. Como identificación por parte de
las tripulaciones de vuelo, cada pista fue asignada con numerales desde el
norte hacia el sur. Estos dígitos eran pintados sobre los galpones y techos.
Estado actual de la pista de la Estancia Los Cerros. |
El despliegue de aeronaves comenzó mucho antes del inicio de la “Operación Tronador”. Desde el mes de marzo de 1978, se desplegaron 4 T-28 Fennec de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque con dos pilotos permanentes por cada una de ellas. Estos aviones realizaban patrullajes periódicos por secciones a lo largo de la frontera determinada por el meridiano 68° 36´ y sobre el Canal de Beagle.
Un T-28 Fennec fotografiado desde otro, durante las periódicas patrullas de vigilancia (Diego Goñi) |
La distribución de aeronaves fue bastante variable a lo largo de la Operación. Además de los T-34 Turbo Mentor, al final de las acciones se habían logrado poner en servicio 19 T-28 y fueron todas estas aeronaves las destinados a las cuatro pistas de campaña que se terminaron utilizando para operaciones. Las de El Roble, Los Cerros y La Sara contaron con unidades de T-28 Fennec y Cabo Domingo fue utilizada para basar C-45 Expeditor, B-80 Queen Air, Skyvan y solo un Hughes 500 de la Prefectura Naval.
La Base Aeronaval de Rio Grande concentró el grueso de
los T-34 Turbo Mentor, 6 helicópteros SA-316 Alouette III, 5 helicópteros Bell
212 de la Fuerza Aérea Argentina un helicóptero Aeroespatiale AS-332B Super Puma
de la Aviación de Ejército.
Los SA-316 Aouette III se aprestan a despegar desde la pista de la Base Aeronaval Ushuaía (Antonio Urbano vía La Nación) |
Todo el sur del Lago Fagnano, las unidades aéreas estaban conformadas exclusivamente por helicópteros en dos bases principales con la misión de explorar la costa sur del Lago Fagnano y vigilar por incursiones aéreas hacia el noroeste de Ushuaía y el patrullaje del Beagle para neutralizar las lanchas torpederas enemigas.
Una de esas bases era el denominado “Vivac Andorra”
al norte de la ciudad de Ushuaía. Esta base se montó durante el mes de
diciembre de 1978 y tenía 4 SA-316 Alouette III de la Escuadrilla Aeronaval de
Helicópteros y un Hughes 500 de la Prefectura. No tenía edificios y toda la
base estaba armada a base de tiendas campaña ocultas entre los bosques de las
laderas del valle. Contaba con abundante combustible y municiones.
Una escuadrilla de SA-316 Alouette III de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros sobre el Canal de Beagle en diciembre de 1978 (Antonio Urbano vía La Nación) |
La otra base se ubicaba en un puesto rural de Puerto Español (Bahía Aguirre). Esta operaba como base conjunta para helicópteros de la Armada, Fuerza Aérea y el Ejército. Se la conocía como base “Frutilla” y estaba alojada dentro de viejos galpones rurales. Contaba aproximadamente con 30 hombres, incluyendo al personal de seguridad y servicio. Como las unidades que operarían desde aquí lo harían en misiones de apoyo y transporte, no había municiones pero sí una buena cantidad de combustible con mangueras, bomba de transferencias y equipos electrógenos portátiles.
Sólo se construyó una plataforma de helicópteros en la
Batería 25 de Mayo, ubicada en las proximidades del Puesto de Vigilancia del Tráfico
Marítimo en Puerto Almanza.
La tripulación de T-28 Fennec aprestándose para un vuelo de observación desde Estancia La Sara, durante diciembre de 1978 (Diego Goñi) |
Cumplido el alistamiento, el día 20 de diciembre de 1978 el Comando de la Zona Naval Insular comunicó a su Estado Mayor que se había fijado el 22 de diciembre como día “D” y las 4:30 como hora “H”. Ese lapso de dos días previos servía para exploración, determinar posiciones enemigas, preparación, señalamiento, despliegue de observadores, posicionamiento, etc.
No habrían nuevos comunicados hasta la hora “H”,
excepto que se diera por canceladas las acciones. Este evento sería comunicado
con un mensaje claro y no codificado con el texto “No puedo enviarte
víveres”
Minutos después de la medianoche del día 22 de diciembre, afortunadamente este mensaje fue irradiado a todos los que se aprestaban a iniciar acciones. Este había sido el resultado de la mediación papal en el conflicto. Desde mediados del mes de diciembre de 1978, el papa Juan Pablo II conocía los aprestos militares de ambos países en la zona de conflicto y envió al Cardenal Antonio Samoré como mediador. Su gestión fue altamente eficiente, pues evitó el conflicto armado y logró que la Argentina reconociera la nueva traza fronteriza que otorgaba las tres islas en cuestión a Chile. El 9 de enero de 1979 se firmó el Acta de Montevideo, un acuerdo por el cual ambos países se comprometían a no retomar la vía bélica y volver a la situación tal como estaba a principios de 1977
Luego del acuerdo, de inmediato comenzó el repliegue y el levantamiento de campamentos y puestos logísticos y de combate. La mayoría de las unidades aéreas regresaron al continente y a sus unidades de asiento permanente en los primeros días de 1979
Claramente la planificación efectuada quedó como reserva estratégica militar y tendría un nuevo capítulo protagónico desde abril de 1982 con motivo de la “Operación Rosario” por el que se intentó recuperar las Islas Malvinas.
Bibliografía.
Gianola Otamendi, Alberto. Aires de Guerra sobre las aguas de Tierra del Fuego: a 40 años del despliegue de la Armada Argentina durante el conflicto con Chile de 1978 por las Islas del Canal de Beagle. Instituto de Publicaciones Navales. Primera Edición. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2018
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