jueves, 11 de junio de 2020

General Soler (Córdoba)

33°57´14.83” S – 64°14´29.40” W
212 mts SNM

La epopeya de la Compagnie Generale Aeropostale en nuestro país que dio comienzo en 1927, sentó las bases del sistema aerocomercial argentino, fue la cuna de la actual Aerolíneas Argentinas y además contribuyó enormemente al desarrollo de la infraestructura aeronáutica nacional. Durante su corta vida, estableció aeródromos de excelencia en donde no existían, con instalaciones de altísima tecnología, que eran las mismas de los campos europeos y superaban con mucho los mejores campos locales.

Ubicación de General Soler, en el mapa cordobés.
Aunque la primera avanzada de las Lignes Aeriennes Latécoere (como se denominó la empresa en sus inicios) se produjo en enero de 1925, no fue sino hasta fines de 1927 que los vuelos se establecieron definitivamente uniendo nuestro país con Europa vía Brasil.

Con el propósito de obtener las autorizaciones del gobierno argentino para operar comercialmente en su territorio, los franceses contactaron a Vicente Almandos Almonacid, un reconocido piloto argentino veterano de la guerra, durante la cual había volado precisamente para Francia. Los contactos de Almonacid con la sociedad porteña fueron la mejor carta de presentación de la compañía en Buenos Aires, particularmente en el círculo de poder próximo al Presidente Marcelo Torcuato de Alvear.

Con el título de Director Técnico de la Aeropostale, Almonacid tuvo a cargo todo lo relacionado con la llegada de la compañía francesa a la Argentina; desde el contrato con el gobierno argentino, hasta la selección del personal local.

Ilustración aparecida en el Boletín de Aeronáutica Civil Nº 1, publicado en enero de 1934.  La misma representa los principales aeropuertos del país en ese entonces. La calidad de la infraestructura de la Aeropostale colocó a General Soler al mismo nivel de los principales aeródromos de Buenos Aires. (Boletín de Aeronáutica Civil Nº 1
Como mencionamos, la llegada de la Aeropostale al país marcó un punto de inflexión en la historia de nuestra aviación civil en general, pero en nuestra infraestructura aeronáutica en particular. Para instalar su base fija de operaciones, la empresa construyó su propio aeródromo en la localidad bonaerense de General Pacheco. Todos los edificios e instalaciones que se construyeron allí fueron de lo mejor y en poco tiempo, el aeródromo pasó a ser el mejor equipado del país, superando incluso las capacidades de la Base Aérea Militar de El Palomar.

El servicio aerocomercial de Aeropostale en Argentina se inauguró el 15 de noviembre de 1927 con la explotación de la ruta bidireccional desde y hacia Brasil. Una vez que la ruta a Río de Janeiro estuvo consolidada, le gerencia autorizó la exploración de otras nuevas. El 3 de abril de 1928 el piloto argentino Pedro Ficarelli partió a bordo de un Breguet XIV desde Pacheco hacia Asunción del Paraguay en un vuelo de estudio para el establecimiento de dicha ruta. La misma comenzó a ser volada regularmente el 1º de enero de 1929 con una sola escala intermedia en la localidad de Monte Caseros (Provincia de Corrientes).  Con la ruta del norte en preparativos, Ficarelli fue nuevamente comisionado para efectuar vuelos de exploración hacia la Patagonia, con destino final la ciudad de Comodoro Rivadavia. A tal fin, el 25 de Agosto de 1928 partió del aeródromo de Pacheco a bordo de un Laté 25, que efectuó escalas en Bahía Blanca, Carmen de Patagones, San Antonio Oeste y Trelew.

Chile recién fue alcanzado a principios de marzo de 1929, cuando partió desde General Pacheco el legendario piloto Jean Mermoz con el Conde Henry de la Vaux como pasajero, para efectuar un vuelo de inspección. Se previó que el recorrido se realizara vía San Antonio Oeste (Río Negro) y Plaza Huincul (Neuquén), desde donde se cruzaría la cordillera de Los Andes para entrar a Chile por Concepción y terminar en Santiago de Chile. Mermoz despegó de Pacheco el 18 de marzo de 1929, terminando su gira pocos días después. El vuelo convenció a los franceses de la posibilidad de conectar Santiago de Chile con Europa a través de Buenos Aires.  Quedó claro que la mejor y más directa ruta para cruzar la cordillera era hacerlo a través de Mendoza, es decir, por la parte más alta de Los Andes.  Las elevaciones de la porción mendocina de Los Andes eran las más altas del continente, con picos de más de 6.000 metros de altura. Intentar un cruce aéreo con los medios existentes en 1929 implicaba una proeza. El desafío era mayúsculo, pero Mermoz lo consideraba perfectamente posible y Boulloux decidió convertirlo en algo rutinario.

En la página 14 del mismo Boletín, aparece este mapa en donde se representan los trayectos y destinos de las compañías aerocomerciales de la época. Aunque para esa fecha, la Compagnie Generale Aeropostale ya no existía como tal, el aeródromo de General Soler estaba considerado como un destino más de los servicios aerocomerciales de su sucesora, Air France. (Boletín de Aeronáutica Civil Nº 1)
Ahora bien, para llegar a las montañas era preciso haber llegado primero a Mendoza, una ciudad de caña y barro ubicada a 960 kilómetros de la muy paqueta Buenos Aires.  Curiosamente, el problema principal de esta ruta no era la gran distancia, dado que todo el trayecto se cubría sobre tierra (no sobre el mar) y con referencias visuales excelentes (particularmente el ferrocarril).  El problema del trayecto eran los vientos. Latitudinalmente, tanto Mendoza como Buenos Aires se encuentran casi a la misma distancia del ecuador terrestre, es decir que visto sobre un planisferio, la línea que une ambas ciudades es casi horizontal, exactamente la misma disposición que tienen las circulaciones eólicas típicas del hemisferio sur, con una orientación hacia el este en el 95% del tiempo. En otras palabras, volar hacia el oeste no era imposible, pero se debía considerar una importante y perfecta componente de viento de frente para los cálculos de autonomía, lo que en definitiva penalizaba el alcance de los aviones.

El problema de las altas cotas de vuelo necesarias para sobrevolar la cordillera de los Andes fue solucionado por la Compagnie Generale Aeropostale asignando a esta ruta un avión específico, el robusto biplano Potez 25 A.2, que por sus perfomances se adaptaba perfectamente bien al tipo de vuelo requerido. El modelo 25 venía siendo desarrollado desde 1923 como caza bombardero biplaza y la variante A.2 se trataba de la versión de serie civil equipada con motor Lorraine 12Eb de 520 hp, una planta motriz que permitía al avión un techo operativo de 5.500 mts con un peso máximo de despegue de 2.558 kg.


Potez 25 A.2 F-AJZR (N°/s 20359) de la Compagnie Generale Aeropostale (www.loudandclearisnotenought.blogspot.com)
El problema del aeródromo intermedio entre Buenos Aires y Mendoza fue solucionado por la Aeropostale eligiendo un punto de repostaje para extender la autonomía de su modelo de avión de crucero, el Latecoére 25. Este avión era ideal para los vuelos de transporte debido a su amplia bodega que le permitían acomodar 1.500 kilogramos de carga útil. En esas condiciones el peso máximo al despegue era de 3.280 kg, que propulsado por un motor Renault 12Ja de 462 hp., podía elevarse hasta una altura de 4.200 mts.  Siendo más pesados, lentos y casi subpotenciados, los Latecoére 25 difícilmente hubieran podido desafiar la montaña, pero eran útiles para los vuelos de travesía.  El problema con los Latecoére 25 era su autonomía de 850 kilómetros, que con vientos de frente resultaba todavía menor.   Fue precisamente la autonomía de éste avión lo que justificó la apertura de un aeródromo de repostaje en la ruta a Mendoza.

Latecoere 25-5-R matriculado R177 (F-AIQL) (N°/s 645) (www.loudandclearisnotenought.blogspot.com)
Aeropostale encontró algunos campos de utilidad sobre la ruta a volar, particularmente en Villa Mercedes (San Luis) o Junín (Buenos Aires), pero estaban muy cerca de los puntos extremos de ruta, dejando todavía una gran distancia a cubrir en un solo tramo.  Era necesario encontrar algún lugar más cerca del punto medio de la ruta, al sur de la provincia de Córdoba, un área plana donde la vista puede perderse hasta el infinito, es decir, un lugar perfecto para aterrizar.

Las poblaciones más importantes del sur de Córdoba eran los caseríos de Vicuña Mackenna, General Levalle y Laboulaye, con sus campos circundantes, todos sobre la traza del ferrocarril Buenos Aires al Pacífico.  Toda esta tierra estaba cultivada, un dato no menor teniendo en cuenta que fue precisamente su productividad la que terminó atentando contra las necesidades de Aeropostale, pues no había predios yermos. Siendo así, cualquier afectación con destino a pista representaba comprar o alquilar una parcela en explotación, a un costo tal que atentaba contra las propias utilidades económicas de la explotación de la ruta.

Cuando el camino parecía no tener salida, entró nuevamente en escena Vicente Almandos Almonacid, quien movió todas sus influencias puertas adentro de la Casa de Gobierno, en procura de ubicar algún terreno excedente del Estado Nacional que pudiera ser utilizado para el simple propósito de trazar una pista.  Para sorpresa de nuestro personaje, resultó que el Ejército Argentino era propietario de grandes extensiones de tierra en las cercanías de Vicuña Mackena, campos que eran utilizados para la cría del ganado vacuno y caballar utilizado para el propio consumo y servicio en las unidades militares.   El predio principal se llamaba “Estancia La Reserva”, pero en toda la toponimia figuraba como “General Soler”.

General Soler era una pequeñísima localidad ubicada en el sur de la provincia de Córdoba, a medio camino entre Vicuña Mackenna (ubicada 15 kilómetros al oeste) y General Levalle (30 kilómetros hacia el este). El predio debía su existencia a la estancia “La Reserva”, un haras que desde el Siglo 19 pertenecía al Ejército Argentino. Desde 1885 el lugar llevaba el nombre del General Miguel Estanislao Soler, nacido el 7 de mayo de 1783 y muerto el 23 de septiembre de 1849, un militar de carrera con destacada actuación en las Guerras de la independencia. Sin ir más lejos, Soler tuvo a cargo el cuerpo de Granaderos de Infantería que en 1817 marchó a la vanguardia de la columna con la que el General San Martín cruzó los Andes a Chile por el Paso de los Patos (San Juan).

Hacia 1871 el Ing. Luis Huergo comenzó el proyecto de la traza corregida de la línea férrea Buenos Aires al Pacífico. La facilidad del transporte rápido del ganado militar lo llevó a prever una estación con andenes de carga exactamente a la entrada de la Estancia “La Reserva”. El lugar se ubicaba en el kilómetro progresivo 310, medido desde el comienzo de la línea ubicada en la localidad de Mercedes (Buenos Aires). La construcción fue llevada a cabo por los hermanos José y Mateo Clark.  La primera formación corrió por primera vez por toda la línea en abril de 1883.

La conectividad generada por el ferrocarril hizo que General Soler fuera cobrando importancia e incrementando su infraestructura. Fue construido un pequeño chalet, habitaciones para los peones, depósitos y locales de servicios en general. El toque de distinción lo constituyó el portal de acceso a la estancia, que estaba conformado por un gran arco realizado en piedra con sendos contrafuertes laterales. Desde el intradós del arco colgaba un grueso madero con la leyenda “La Reserva”, tallada en bajorrelieve.

Cuando Almonacid recorrió el campo en 1929, lo encontró óptimo para las necesidades de la Aeropostal. El lugar quedaba exactamente a medio camino entre los aeropuertos de Los Tamarindos (Mendoza) y General Pacheco (Buenos Aires), el combustible necesario para los periódicos repostajes podía ser desembarcado de los vagones de ferrocarril en la puerta misma del campo y, por sobre todas las cosas, el uso previsiblemente sería gratuito.  Además, la construcción de un aeródromo en Soler podía ser funcional a los intereses del propio Ejército, que desde el 10 de noviembre de 1919 contaba con un Servicio Aeronáutico.  A cargo del mismo había sido designado el Coronel Ingeniero Enrique Mosconi, un visionario que terminó entendiendo la aviación como pocos en su tiempo. 

Mosconi era, ante todo, un planificador.  Asumió su responsabilidad el 16 de marzo de 1920 y aunque estuvo a cargo del Servicio Aeronáutico del Ejército poco menos de dos años (el 19 de octubre de 1922 fue designado como Presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales), consideró que la traza de aeródromos resultaba fundamental para el desarrollo de la aeronáutica nacional. Mosconi consideraba que, sin verdaderos aeródromos, la aviación argentina jamás lograría superar una etapa embrionaria.

El proyecto de traza de aeródromos redactado por Enrique Mosconi fue convertido en Resolución del Ministro de Guerra, Dr. Julio Moreno y publicado en el Boletín Militar Nº 1.575 del 20 de septiembre de 1920 bajo el título “Creación de Campos de Aviación”. Conforme a la norma, el Ejército debía construir y mantener terrenos aptos para la aviación exclusivamente militar, en un radio máximo de 5 kilómetros de cada guarnición.  Para marzo del año siguiente la norma fue ampliada al ámbito civil, aceptándose la donación de campos privados para la creación de más aeródromos en el interior del país. El aviso fue publicado por la revista “Aviación” en sus números 3 de marzo de 1921, página 23 y el número 14 de febrero de 1922, página 8.

La impronta de Mosconi en la Dirección del Servicio Aeronáutico del Ejército fue consolidada por sus sucesores en el cargo, el Coronel Jorge Crespo y el Teniente Coronel Luis A. Casinelli. Es más, en enero de 1924 el General Agustín P. Justo ordenó a los Jefes de todas las Guarniciones Militares la selección de terrenos aptos para la operación de aeronaves, los que debían situarse en proximidad de cada una de las unidades militares.

 Los aeródromos florecieron por todo el país, en buena medida porque el Ejército extendía su presencia hasta los lugares más recónditos e inaccesibles.  Para 1929, cuando la Compagnie Generale Aeropostale decidió trazar la ruta a Chile, en la Argentina ya existía toda una regulación acerca de campos a habilitar en las cercanías de instalaciones militares.

Es más, la instalación de un aeródromo en General Soler le convenía tanto al Ejército como a la Aeropostale debido a las mismas restricciones de autonomía de los aviones de la época. En efecto, el Ejército necesitaba de un punto de abastecimiento intermedio entre la Base Aérea Militar El Palomar y el Grupo N° 4 de Observación, activado en enero de 1928 en el Aeródromo de Los Tamarindos (rebautizado Base Aérea Militar “El Plumerillo” en 1933).   Así las cosas, Vicente Almandos Almonacid logró las autorizaciones necesarias para instalar en la Estancia “La Reserva” su tan necesaria pista de repostaje. El lugar exacto se ubicó unos 1.800 metros hacia el sur del casco de la estancia, en un cuadro de 98 hectáreas conformado por un trapecio de unos 1.400 por 700 metros.

La empresa tomó posesión del campo inmediatamente y todo lo que construyó allí fue hecho bajo su propia filosofía de excelencia: perímetros bien demarcados, pista perfectamente lisa, balizamiento nocturno eléctrico, faro lumínico de aproximación, radio y telégrafo, depósitos de combustible, bomba abastecedora, pañol de repuestos para emergencias y servicios adecuados a la operación aeronáutica.  Se construyeron dos casillas, una para ser usadas como usina y oficina, y la otra como estación de radio. Allí se dispusieron un emisor de 100 watts de potencia de onda corta y otro de onda larga, tres receptores, un grupo de cuatro mástiles de 22 metros de altura y, como guía a la navegación nocturna, un radio faro luminoso de 800 watts.  El compromiso asumido por la Aeropostale frente al Ministerio de Guerra, fue que todas las instalaciones pasarían en propiedad al Estado Argentino en caso de que la empresa cesara en sus operaciones.

Esquema de ubicación plano general de aeródromo publicados en el Boletín de Aeronáutica Civil Nº 1
El aeródromo comenzó a ser utilizado el 15 de julio de 1929 por Aeroposta Argentina (la empresa argentina que asumió las operaciones de la Compagnie Generale Aeropostale) con el aterrizaje del Potez 25 Nº 1522 matrícula F-AJDZ, que efectuaba un vuelo pre-inaugural de la ruta.  El avión había partido desde General Pacheco a las 6:25 de la mañana con Jean Mermoz como piloto, Henry Guillaumet y Alejandro Collenot en calidad de pasajeros, más 40 kilos de correspondencia. Luego de reabastecerse en Soler siguió camino a Mendoza, donde aterrizó cerca del mediodía.  Por la tarde el Potez ya estaba en el aeródromo de Colina, en los alrededores de Santiago de Chile.

Los vuelos regulares a Chile comenzaron el 3 de septiembre de 1929 con el arribo desde Pacheco del mismo Potez 25 F-AJDZ a los mandos de Henry Guillaumet. La ruta fue operada hasta el 8 de junio de 1931, cuando fue cancelada por los severos problemas económicos que habían empezado a experimentar tanto la Aeroposta Argentina S.A. como su matriz, la Compagnie Generale Aeropostale, a consecuencias de la crisis financiera desatada en Wall Street.  Tal como estaba previsto, el personal civil abandonó el aeródromo de General Soler, dejando todas las instalaciones en manos del Ejército Argentino.

De la noche a la mañana el Ejército se encontró con un aeródromo totalmente equipado, como pocos había en el país. El problema para los militares fue que, como se dijo, General Soler no estaba ni remotamente cerca de una unidad operativa de importancia, por lo que poco provecho podía sacársele a las instalaciones que, por lo demás, requerían mantenimiento continuo, en especial la pista, que debía ser segada con regularidad.

Pero ésta limitación habría de ser suplida por la excelente ubicación del aeródromo de General Soler, que seguía siendo estratégico debido a su ubicación a medio camino entre Buenos Aires y Mendoza, en tiempos en que los aviones más desarrollados, incluso los militares, adolecían del problema de la autonomía. La habilitación de la Base Aérea Militar “El Plumerillo”, en 1933, confirmó la utilidad del enclave como punto de abastecimiento intermedio del incesante flujo aéreo que a partir de entonces fue registrándose hacia y desde Mendoza.

Soler pasó a ser entonces una suerte de aeródromo mixto, pues si bien era un predio militar con instalaciones transferidas para uso militar, comenzó a ser empleado cada vez más por aviones civiles necesitados de combustible, especialmente las aeronaves comerciales de la Pan American – Grace Airways (PANAGRA), que comenzó a operar las rutas interiores del país tras ser autorizada a explotar servicios aeropostales mediante un contrato suscripto el 9 de octubre de 1929 con la Dirección General de Correos y Telégrafos.  La explotación postal permitiría a PANAGRA aumentar sus ganancias por tráfico de pasajeros, consolidando así su presencia en el país.

El esquema de rutas de PANAGRA tenía como origen el Aeródromo de Morón, donde la empresa había construido una importante base de operaciones.  Desde allí partían todos sus vuelos, la gran mayoría de ellos con destino al aeródromo de Las Playas en la ciudad de Córdoba. Recién allí la ruta aérea se bifurcaba para servir la parte norte del país (hasta Bolivia) la parte oeste (hasta Chile). Pero resultó que las bodegas de los pesados Ford 5-AT Tri Motor que la PANAGRA utilizaba para estas rutas, no permitían la carga simultánea del equipaje de los pasajeros, a más de los distintos requerimientos de movimiento de carga postal establecidos en el contrato con el gobierno argentino.

Por ésta razón PANAGRA montó una suerte de flota paralela a los Tri Motor, destinada casi exclusivamente al traslado del correo con varios monomotores Fairchild FC-2W2. Estos aviones partían desde Montevideo y, pasando por Buenos Aires y Mendoza, unían la ruta hacia Santiago de Chile. Podría decirse que los FC-2W2 fueron a PANAGRA lo que los Potez 25 habían sido a la Aeropostal: monturas adecuadas para el cruce de la cordillera que, en el caso de los norteamericanos, también fueron empleadas para vuelos de travesía.  Mientras estuvieron operativos, estos aviones levantaban las sacas del correo desde el aeródromo de Puerto Nuevo (Capital Federal), llevándolas hasta Mendoza (“El Plumerillo”). Pero el trayecto de vuelo entre ambos era demasiado largo para la autonomía de los Fairchild por lo que, al igual que había pasado con los Late 25 de Aeropostal, el aeródromo de General Soler devino imprescindible para las operaciones de PANAGRA.

El empleo del aeródromo de Soler devino prácticamente público (es decir, no exclusivo para los franceses ni para el Ejército) a partir del colapso de la Compagnie Generale Aeropostale/Aeroposta Argentina S.A.  Es más, los norteamericanos ya estaban operando con frecuencia en Soler en la última etapa de vida de la Compagnie Générale Aeropostale, período en el cual el Ministerio de Aviación de Francia decidió reestructurar el trasporte aerocomercial quebrado a consecuencia de la crisis de Wall Street, reuniendo en la Société Centrale pour l'Exploitation de Lignes Aériennes (SCELA) la totalidad de los activos y rutas de  Air Orient, Air Union, Société Générale de Transport Aérien (ex Lignes Aériennes Farman), Compagnie Internationale de Navigation (ex Franco-Rumana) y la Compagnie  Générale  Aéropostale.  A partir del 30 de agosto de 1930 el conglomerado pasó a prestar sus servicios con el nombre comercial de Air France. 

En su calidad de continuadora de la Aeropostale, Air France obtuvo los permisos para la explotación de las rutas asignadas a su antecesora (Decreto Nº 42246 del 26 de mayo de 1934).  Los vuelos se restablecieron de inmediato utilizando como base operativa el aeródromo de Pacheco, también explotado por los viejos Laté 25 y 28 que servían las rutas patagónicas todavía en manos de la Aeroposta Argentina S.A.  Entonces, y como vemos, Air France volvió al aeródromo de Soler con bríos renovados, aunque ya no en situación de exclusividad, por cuanto para 1934 el aeródromo se había consolidado como un punto de abastecimiento mixto (civil y militar) y público (abierto a todo tipo de explotadores que pagaran por el abastecimiento de combustible).

Es interesante destacar que, de todas las rutas que había explotado la Aeropostal, Air France solamente se propuso rescatar la que unía Buenos Aires con Santiago de Chile, previa escala comercial en el aeródromo de “El Plumerillo”. Como parte del proyecto de renovación de flota, la nueva gestión incorporó a las rutas sudamericanas tres trimotores Breguet 393 T, con los cuales se cubria el trayecto desde Natal hasta Santiago de Chile y sus escalas intermedias.  Se trataba de biplanos equipados con tres motores Gnome-Rhóne 7kd de 350 hp y un alcance de 975 km.  Eran los ejemplares matriculados F-ANEK (bautizado Gaviota), F-ANEL (Alcyon) y F-ANEM (Vautour).

El Breguet 393T matriculado F-ANEL (N°/s 5) de Air France, bautizado "Alcyon", presto al despegue nocturno desde General Pacheco. Fue el último modelo comercial francés en utilizar el aeródromo de Soler, que se construyó para superar la falta de autonomía de los aviones de la Compagnie Generale Aeropostale (Archivo General de la Nación) 
Aunque la tecnología de estos aviones superaba con mucho la de los vetustos y anticuados Potez 25 y Laté 25/28, la autonomía disponible todavía era muy marginal para efectuar de modo seguro el trayecto directo desde General Pacheco a Mendoza. Por ello, el aeródromo de Soler devino nuevamente paso obligado y alternativa segura donde descender en caso de una excesiva componente de viento en contra. A falta de un servicio meteorológico confiable, los cálculos de componente de viento eran hechos en vuelo por la tripulación. Cuando el combustible no daba, se descendía en Soler previo aviso radiotelegráfico.  En otras palabras, Soler no era escala comercial de Air France, ni fue presentado como destino en su oferta de rutas de 1934.  Pero sin dudas prestó a menudo un servicio insustituible como escala técnica de reabastecimiento.

La utilidad del aeródromo se consolidó en 1935, cuando se hizo presente en Argentina una nueva empresa aerocomercial europea, símbolo de una Alemania cada vez más fuerte desde el punto de vista económico.  Se trataba de Sindicato Cóndor, una compañía de intereses germanos fundada en Río de Janeiro durante 1927 y que para 1934 había desarrollado un envidiable sistema de rutas en el interior del Brasil y sus costas atlánticas. Cuando ese mercado pareció consolidado, la empresa buscó destinos en el exterior alcanzando La Paz (en coordinación con el Lloyd Aéreo Boliviano), Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile.

El Sindicato Cóndor fue autorizado a iniciar sus vuelos por Decreto Nº 39.132 del 28 de marzo de 1934 y el 17 de abril siguiente se inauguró la escala de Buenos Aires, conjuntamente con el aeródromo de su propiedad que había construido por completo en la localidad de Quilmes (Buenos Aires), exactamente donde Edmundo Marichal había instalado su escuela de vuelo a principios de 1915. Aunque el inicio de los vuelos hacia Montevideo se hicieron con Junkers Ju-52/3m equipados con flotadores que acuatizaban en el Puerto de Buenos Aires, era común ver en Quilmes a los poderosos Focke Wulf FW200 Condor que efectuaban el cruce del Atlántico sin escalas, llegando de ese modo hasta Alemania con un servicio completamente aéreo.

Plan General de Rutas y Líneas Aéreas Existentes hacia 1934. El aeródromo de General Soler es el punto negro a la izquierda de la ruta marcada como "1" (Boletín de Aeronáutica Civil Nº 2)
La extensión de la ruta de Sindicato Cóndor a Chile fue autorizada el 6 de agosto de 1935 y de inmediato los Junkers trimotores de la compañía comenzaron a cruzar a Santiago por la parte más alta de la cordillera de Los Andes. Para ello debieron sumar una escala más en su recorrido, efectuando una parada en la ciudad de Mendoza. En rigor de verdad, los Junkers Ju-52 alemanes podían ser volados de Buenos Aires a Mendoza sin escalas, por lo que es probable que en los escasos cuatro años de operación del Sindicato Cóndor jamás hayan tenido que utilizar el aeródromo de Soler.  Pero lo que mandaba en la ruta a Mendoza era la componente de viento frontal y, en muchas ocasiones, la meteorología; por lo que no descartamos en absoluto que los pilotos germanos en tránsito a Mendoza hayan tenido que descender alguna vez en el aeródromo de Soler.

En 1938 el contrato de concesión de servicios aerocomerciales suscripto con el Sindicato Cóndor fue prorrogado por el Decreto Nº 125.944, pero para entonces Alemania ya estaba sumida en el clima prebélico que habría de dar inicio a la Segunda Guerra Mundial.  En enero de 1939 Sindicato Cóndor canceló su ruta a Santiago de Chile y muy poco después hizo lo propio con la que conectaba a Europa.  Para septiembre de 1939, cuando Alemania invadió Polonia, ya no había servicios aerocomerciales germanos en nuestro país.  En mayo de 1940, tras la invasión de Alemania a Francia, también cesaron los servicios aerocomerciales de Air France, que también tenía prorrogado su contrato de explotación en Argentina en virtud del Decreto N° 125.943 de 1938

En diciembre de 1930 el Presidente de facto José Félix Uriburu creó la Dirección de Aeronáutica Civil, cuya conducción “quedaría en manos de un funcionario civil a designar”.  El 28 de julio de 1931 la repartición fue transferida del Ministerio de Guerra a la órbita del Ministerio del Interior, pasando a denominarse Dirección General de Aeronáutica Civil. Desde su nuevo encuadre el organismo comenzó una gestión realmente fructífera y ordenada. Entre sus actos dignos de destacar, en 1933 publicó la primera edición del Boletín de Aeronáutica Civil, una suerte de recopilación organizada de la abundante y diversa información que un piloto precisaba para volar de forma segura por el país. Entre las páginas del Boletín se incluyó un listado de todos los aeródromos habilitados en el territorio nacional, que por otro entonces eran sólo veinticuatro.

Entre ellos se encontraba el de General Soler, dado que la calidad de las instalaciones que había dejado la Compagnie Generale Aeropostale satisfacían por completo las exigencias establecidas por la autoridad para que el campo fuera habilitado como “aeródromo”. El mismo fue codificado como “6B3”, según el novedoso sistema que se había comenzado a utilizar.  El primer dígito correspondía a un número aplicado a cada provincia (“2” Buenos Aires; “6” Córdoba; “15” Jujuy, etcétera); la letra “B” era aplicable aquellos aeródromos que no eran importantes (los que eran aduaneros o con servicios y movimientos de importancia recibían una “A”); y por último el número “3” era un ordinal interno dentro de la provincia. Así, pues, General Soler era el tercer aeródromo habilitado en la provincia de Córdoba, sin actividad de importancia ni presencia de servicios aduaneros.  En la página 38 del Boletín de Aeronáutica Civil N° 1 se consignaba que el aeródromo era privado y que su propietaria era la Compagnie Generale Aeropostale, aunque queda claro estaba claro que la tierra era del Ejército y que, para 1931, ésta empresa había dado origen a la nueva sociedad nacional Air France.

A fines de 1934 el Ministro de Guerra, General de Brigada Manuel A. Rodríguez, cerró su ejercicio 1933 – 1934 con la elaboración de un documento denominado “Memoria”. Entre las innumerables acciones y gestiones que se mencionan, el recuento de infraestructura enumera la existencia de:

“… 5 bases militares (B.A.M. El Palomar,  B.A.M. Brigadier General Justo José de Urquiza en la ciudad de Paraná, B.A.M. Los Tamarindos en Mendoza, Fábrica Militar de Aviones y Puerto Nuevo); 25 campos auxiliares (Campo de Mayo, San Nicolás, Mercedes, La Plata, Diamante, Gualeguay, Concepción del Uruguay, Concordia, Puerto Borghi, Santa Fe, Monte Caseros, Curuzú Cuatiá, Pasos de los Libres, Ordóñez, Río Cuarto, Holmberg, General Soler, Villa Mercedes (San Luis), Cuadro Nacional, Marquesado, La Rioja, Catamarca, Salta, Jujuy, Las Lomitas); 11 campos eventuales (por cesión de autoridades nacionales y provinciales, los campos de Nogoyá, Colón, Cañada de Gómez, Rufino, Rafaela, Goya, Santo Tomé, Villa María, Formosa, Neuquén, Las Lajas) y la disponibilidad completa de todos los aeródromos reconocidos de las instituciones aerodeportivas”

Adviértase que, además de General Soler, en la localidad de Holmberg existía otro campo auxiliar afectado al uso aeronáutico dado que allí existía el “Arsenal José María Rojas” (actual Batallón de Arsenales 604 “Teniente Coronel José María Rojas”) Holmberg era un pequeño pueblo ubicado en las afueras de Río Cuarto y a unos 85 kilómetros al noroeste de General Soler. En rigor de verdad, no era muy lógico que el Ejército tuviera dos aeródromos a una distancia tan cercana. La coexistencia se produjo porque Holmberg era la guarnición de mayor categoría en la región y Soler sencillamente pre-existía debido al uso dado por la Aeropostal.

La documentación de la época solamente refiere a la existencia de un campo en Holmberg en la edición de 1939 de la Guía Aeronáutica de Aeropistas de Luis Fernández Moreno, un trabajo publicado por la Federación Aeronáutica Argentina a principios de 1940. Allí se menciona un campo de 358 por 930 metros (totalizando una superficie de poco más de 33 hectáreas) sin infraestructura ni servicios aeronáuticos de ninguna especie. De hecho, estaba clasificado como una “Aeropista Militar” y era solamente un campo para la operación casual de aeronaves militares. Después de ésta publicación, no existe otra información relativa a Holmberg como aeródromo. Hay que mencionar que este campo no figuró jamás entre los aeródromos habilitados reconocidos e informados en los Boletines de Aeronáutica Civil.

Hacia 1936 el aeródromo ubicado en General Soler fue inspeccionado rutinariamente por la autoridad aeronáutica y se lo declaró como activo por Expediente Nº 16.490 y mediante la Disposición Nº 27/36. En 1940, surgió un nuevo aeródromo vecino en la cercana localidad de Vicuña Mackenna. El mismo era civil pero claramente Soler lo excedía en servicios e instalaciones.

Con el levantamiento de los servicios regulares del Sindicato Cóndor primero y la Air France después, Soler pasó nuevamente a depender del Ejército.  Se transformó en un aeródromo marginal, sin ninguna importancia militar, pero mantuvo su estado operativo. Tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, otras empresas retomaron la explotación de la ruta entre Santiago de Chile y Buenos Aires, específicamente PANAGRA y la British South American Airways (BSAA), aunque no hay constancia alguna de que en esta etapa hayan operado sus aviones en el aeródromo de General Soler.  Es probable que en éste período el aeródromo sólo haya sido utilizado por aeronaves de pequeño porte, civiles y militares.

La última referencia existente de Soler como aeródromo habilitado consta en la edición de 1948 de la Guía Aeronáutica de Aeropistas. La información allí volcada es exactamente igual que la de años anteriores, lo que permite colegir que el campo permanecía intacto.   

A partir de 1949 la existencia del aeródromo se pierde en la nebulosa del tiempo.  En algún momento de la década de 1950 el predio volvió a ser explotado con cereales y forraje, pasando a tomar de nuevo el paisaje original de la Estancia ”La Reserva”.  Probablemente en la década de 1990, en virtud de la política de “achicamiento” del Estado, el predio fue rematado y pasó a manos privadas.  Fueron precisamente propietarios privados quienes nos atendieron durante nuestra visita al lugar en 2008, para cuando allí ya no había ni vestigios de la presencia del Ejército Argentino.

Ubicación de lo que fue el aeródromo sobre una foto satelital actual.
Con las nuevas herramientas satelitales disponibles en la web, fue fácil dar con el perímetro exacto del aeródromo que sorpresivamente está intacto en la actualidad. Tal descubrimiento hizo casi obligada una visita al lugar para tratar de tomar contacto con la historia y sondear el entorno en busca de más información.

Lo que otrora fue la parte de atrás del casco de la Estancia La Reserva, ahora se ha convertido en la puerta de entrada principal. La existencia de un portal enfrente de la estación del ferrocarril indica que ese era el acceso principal y más importante del lugar. Hacia el sur solamente existía una tranquera sobre una polvorienta huella de carromatos que raramente era utilizada por vehículos a motor. Ochenta y seis años después, el tren corre una vez por mes, la estación Soler ni siquiera es excusa para aminorar la marcha y la “huella de atrás” se transformó en la Ruta Nacional Nº 7

El portal de entrada a la Estancia "La Reserva", acceso principal al predio, ubicado justo frente al andén de carga de Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico (Guido Ghiretti)
Accediendo desde esta ruta, el recinto del extinto aeródromo se encuentra a escasos 1.200 metros, ubicado sobre la margen este del camino. Aún existe la casa construida por los franceses cuando se asentaron en el lugar, abandonada pero aceptablemente conservada.  Algunos detalles arquitectónicos fueron cuidados, para que en la actualidad se pueda apreciar una clara línea del racionalismo europeo de los años veinte. La puerta principal con un ojo de buey, postigos de celosía metálicas, gruesas chapas de zinc, canaletas de desagüe en el frente y revoques bien conservados denotan una mano de obra cuidada, con materiales y usos constructivos de primera calidad.

Sobre el costado norte del aeródromo se levantaba la casa la casa del encargado, que servía de descanso de los viajeros y tripulaciones. Actualmente es una vivienda abandonada (Guido Ghiretti)
En el costado sur del campo, aún quedan restos de lo que al parecer se trataba del área de combustible. Se trataba de un cobertizo conformado por tres gruesas paredes de ladrillos, un tanque enterrado y una pequeña habitación que posiblemente albergara la bomba. Estas construcciones están completamente derruidas, el paso del tiempo y la intemperie han dado cuenta de ellas.

Las instalaciones de combustible (justificación del aeródromo de General Soler) se encontraban en el margen sur del campo. o fueron utilizadas con posterioridad y hoy yacen en ruinas. Las fotos ilustran la casilla que alojaba la bomba, restos de un cobertizo y una serie de conductos que protruyen la tierra, posiblemente de algún tanque enterrado (Guido Ghiretti)
Y no hay más.  Excepto por nuestra investigación, el extinto aeródromo de General Soler podría pasar perfectamente por un campo cualquiera de la pampa.  Pero no es así y, al descubrirlo, hasta pudimos escuchar el sonido de motores franceses, alemanes y norteamericanos mezclados con el trino de los pájaros que hoy matan el silencio del lugar.

Esta entrada es parte de un artículo completo más extenso publicado en la revista Lima Víctor N°56 Verano 2016/17  (Pgs. 15 a 23). Clickee sobre el link para tener acceso a ella.

Bibliografía:

  • Boletín de Aeronáutica Civil Nº 1. Publicación Oficial de la Dirección de Aeronáutica Civil. Buenos Aires, enero de 1934
  • Boletín de Aeronáutica Civil Nº 2. Publicación Oficial de la Dirección de Aeronáutica Civil. Buenos Aires, enero de 1935
  • Stevens, Albert W; Flying the “Hump” of the Andes; The National Geographic Magazine Vol. LIX Nº 4 Abril de 1931; página 595
  • González Moreno, Luis; Guía Aeronáutica de Aeropistas - 1939; Federación Aeronáutica Argentina. Buenos Aires, Febrero de 1940
  • González Moreno, Luis; Guía Aeronáutica de Aeropistas – 1948; Federación Aeronáutica Argentina. Buenos Aires, marzo de 1948
  • Luro Cambaceres, Rufino A; Comienzos de Nuestra Aviación Comercial; Revista Nacional de Aeronáutica Nº 156, marzo de 1955. Pg. 64
  • Bousquet, Augusto Víctor; La Aeroposta Argentina y el Correo Aéreo. Editado por la Sociedad Argentina de Aerofilatelia. Buenos Aires 15 de Octubre de 1992
  • Lascano, Diego M.; Saltando el Charco; 1º Edición, Librel Editores. Montevideo, Uruguay. Agosto  1999
  • Halbritter, Francisco; Duelo de Titanes. NYRBA Line vs. PAA en la Ruta Nueva York – Buenos Aires; Revista Pista 18 Nº 16. Otoño 2000. Pg.34 a 41
  • Kessel, Joseph; Mermoz; Libros del Zorzal. 1° Edición, Buenos Aires 2007. Pág. 114
  • www.loudandclearisnotenought.blogspot.com

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