lunes, 22 de diciembre de 2025

Antepuerto, Dársena Norte y Yacht Club Argentino (C.A.B.A.)

34°35´43.98” S - 58°21´50.42” W
0 mts SNM

La mención de tres sitios en el título de una sola entrada de este blog, no es común pero tiene su explicación. Sucede que son tres áreas, todas colindantes y simbióticas entre sí, es donde se llevaron a cabo las primeras experiencias de hidroaviones en el país. Y tratarlas por separado sería una repetición constante de los mismos hechos. Por esa sencilla razón las hemos tratado como un solo sitio.

Imagen satelital con la ubicación relativa a otro puertos y aeródromos en las cercanías (AE&O)

El Puerto de Buenos Aires es mucho más que eso. Además de ser el más importante de la Argentina, su control y administración dio lugar a luchas intestinas y fratricidas, hasta bien avanzado el Siglo XIX. El lecho del Río de la Plata no era muy generoso entonces y los buques debían fondear a buena distancia de la costa, debiendo aproximarse con chalupas, esquifes y botes en general, para efectuar la carga y descarga de mercaderías y pasajeros. Luego comenzó a utilizarse el Riachuelo pero sus dimensiones no eran las necesarias. 

Luego de varios proyectos fallidos durante los primeros años de ese siglo, la fisonomía más o menos moderna del puerto comenzó a delinearse en la década de 1880. Por estos años, se destacaron dos propuestas morfológicas bien definidas y radicalmente diferentes. El ingeniero Luis Huergo sostenía que debían realizarse dársenas dentadas abiertas al río. Estas podían sucederse sin solución de continuidad y finalmente el puerto podía seguir creciendo indefinidamente. También el contrafrente de maniobras de terrestres. En una postura totalmente opuesta, a la del empresario náutico Eduardo Madero, que proponía dos dársenas de acceso en los extremos de una serie de cuatro diques alineados, intermedios y cerrados.

Aspecto general del Puerto de Buenos Aires. El sector donde se ven fondeados algunos barcos, es el Antepuerto. El cuadrilátero del medio es la Dársena Norte y luego la sucesión de diques de Puerto Madero (Fundación Histarmar)

Las posiciones eran férreas y provocó enfrentamientos entre el Gobierno Nacional, la Provincia de Buenos Aires y la Capital Federal. El caso estaba en las primeras planas de los diarios nacionales y contaba con detractores y defensores de uno y otro lado. Los entendidos y principales técnicos en la materia, acompañaban la idea de Huergo. A pesar de estas opiniones, la política metió sus intereses y el Poder Ejecutivo demoró este proyecto, mientras en el Congreso Nacional se aprobaba por Ley la propuesta de Madero.

El proyecto fue encargado a la empresa inglesa Hackshaw, Sons & Heyter y las obras se llevaron a cabo entre 1887 y 1898

La dinámica exportadora en la que ingresó nuestro país en los años de cambio de siglo, prontamente demostraron que el diseño impulsado por Madero había quedado obsoleto. Y lo peor, era que no existía forma de modificarlo, si no era por la vía de comenzar todo nuevamente.

Eduardo Madero (1883- 1894) (AE&O)

Más de 20 años después se concibió un nuevo proyecto basado en los conceptos de Huergo cuyas obras quedaron a cargo de otra empresa inglesa; C.H. Walker & Co. y dirigida por los ingenieros Levesey, Son & Henderson. Los trabajos comenzaron en 1911 y se emplazaron inmediatamente al norte del puerto ya existente. En 1919 se terminó la primera etapa y las dársenas siguientes fueron habilitadas en tanto eran terminadas; hasta por lo menos 1928. La dársena F, última en ser construída fue terminada en 1940 (esta es de singular importancia, pues aquí se ubicó el hidroaeropuerto)

Lo importante aquí es destacar que ambos proyectos, el original de Madero y el nuevo de Huergo, quedó una dársena cerrada, de 460 metros de ancho (medidos en el sentido de a costa) por 380 metros de profundidad (medidos hacia el río). De éste último lado, se encontraba la boca de acceso, de 100 metros de ancho y delimitada por dos espigones: el norte y el sur.

En junio de 1914, un Decreto del Poder Ejecutivo cedió al Yacht Club Argentino, un amplio sector del puerto que incluía el espigón sur para instalar su sede social. Esta prestigiosa institución argentina había sido fundada el 2 de julio de 1883 y tras casi veinte años de ardua labor y sin tener un lugar fijo, finalmente le fue asignada este sitio de singular importancia. Las autoridades del club, utilizaron este argumento como premisa de diseño para proyectar el edificio de su sede social, que resultaría un ícono de la ciudad de Buenos Aires.

Sede del Yacht Club Argentino del arquitecto Edouard Stanislas Louis Le Monnier. El edificio fue inaugurado en 1945 (Yacht Club Argentino)

El proyecto le fue encomendado al reconocido arquitecto francés Edouard Stanislas Louis Le Monnier, quien resolvió magistralmente un edificio clásico, con notorias alegorías náuticas, como un faro, el casco de un barco, terraza principal y grandes paneles vidriados con forma de timón. El edificio fue inaugurado el 25 de diciembre de 1915 y su autor lo intervino, con acertadas modificaciones agregados, entre 1929 y 1930

Lo cierto es que por su actividad, diseño y ubicación, este edificio era un centro de referencia de la alta sociedad porteña. El lugar perfecto, para el porteño dandi y figurín, orgulloso de su ciudad y al que sólo le faltaban … aviones !

The River Plate Aviation Company

Estos llegaron algunos años después de la mano del inefable Shilrey H. Kingsley. Este piloto inglés, veterano de guerra, se había establecido en la Argentina en febrero de 1919 como representante de ventas de fábrica inglesa Airco Ltd. Inicialmente tuvo su base en El Palomar, donde tenía un  biplano D.H.4A con el que efectuaba demostraciones y realizaba transporte de pasajeros bajo el nombre de The River Plate Aviation Company. Tras la prohibición de continuar operando en El Plomar con vuelos rentados, Kingsley creó desde cero un excepcional aeródromo en San Isidro (ver). El campo era servía también de base para la Compañía Franco-Argentina de Transportes Aéreos S.A., el Aero Club Argentino y algunos ocasionales pilotos demostradores.


Uno de los Vickers 73 Viking IV Amphibian de The River Plate Aviation Company, se traslada lentamente al punto de despegue en el Antepuerto (Archivo General de la Nación)

Para inicios de 1922. Kingsley había ampliado su oferta de vuelos con la incorporación de un biplano de mayores dimensiones y capacidad de pasajeros, como el D.H.16, además de vender varios D.H.6 en aero clubes del interior. Ese año, apostó fuerte a la posibilidad de continuar con su servicio aéreo entre Montevideo y Buenos Aires. Para ello, solicitó una subvención de 6.000 $ mensuales a la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados. La misma le fue otorgada de modo Experimental el 10 de octubre de 1922

Para cumplir con estos vuelos, Kinglsey ya tenía en mente la importación de hidroaviones y efectuar los vuelos desde el Río de la Plata. En el Reino Unido adquirió dos Vickers 73 Viking IV Amphibian, propulsados con un motor Rolls Royce Eagle VIII de 380 hp, similares a que equipaban a sus D.H.4 y D.H.16. Estos botes voladores, tenía un lujoso interior con dos asientos individuales, un sillón posterior para tres pasajeros más y un sexto podía alojarse junto al piloto. Estos aviones fueron adquiridos a fines de 1922, pero algunas demoras en la entrega, le impidieron contar con los botes ese verano, por lo que debió posponer las operaciones hasta la temporada siguiente.

Finalmente, los hidroaviones con números de serie 19 y 20, arribaron al puerto de Buenos Aires en el mes de abril de 1923 y permanecieron hangarados en el aeródromo de San Isidro hasta el próximo verano. Fueron identificados como N°1 y N°2

Las salidas se previeron en la Dársena Norte, pero como allí no existían instalaciones aptas, Kingsley ordenó construir una balsa metálica donde los aviones podían ser amarrados y además, tenía la dimensiones adecuadas para el proceso de pasajeros. La balsa se ubicó unos 250 metros de la costa y eran permanentemente abastecida con lanchas desde el muelle. La capacidad de ser aviones equipados con ruedas retráctiles, permitía que los aviones fuesen trasladados al final de cada jornada hasta San Isidro, para efectuar tareas de mantenimiento.

Aspecto que tenía la balsa donde se amarraban los hidroaviones para permitir las operaciones de los pasajeros (Susan Collins)

Finalmente, el Gobierno a través de la Dirección General de Correos y Telégrafos, decidió apoyar económicamente al emprendimiento. La subvención estaba conformada por 4.500 $ aportados por el Correo y una suma idéntica, proveniente del Ministerio de Guerra.

El 1° de enero de 1924 se realizó un vuelo de inspección sin pasajeros ni carga y al día siguiente, Kingsley estuvo al mando de uno de los Viking IV destinado a realizar el primer vuelo. El mismo partió a las 15:00 horas con dos pasajeros a bordo y un saco con correspondencia. Después del arribo en Montevideo, el Viking regresó a Buenos Aires tras permanecer media hora.

Además de Kingsley, los pilotos que volaban los hidros eran Bryan Ferrand y Patrick Hasset. El del día 02 de enero fue el primer vuelo efectuado, pero se previó un acto inaugural con la partida del día 5 de enero. Esa tarde, una gran cantidad de público en general y autoridades, se dieron cita en la Dársena Norte para ver la partida del Viking.

Este servicio se mantuvo con excelentes resultados hasta el 29 de marzo de 1924, cuando el Ministerio de Guerra y la Dirección General de Correos decidieron suspender la subvención otorgada. En tres meses se lograron completar 173 vuelos de los 177 previstos, transportando 789 pasajeros y 168 bolsas de correo.

Durante el día, los Viking eran trasladados en vuelo al aeródromo de San Isidro, donde la empresa tenía su base operativa permanente. Esto gracias  a los trenes escamoteables  con que estaba equipado el hidroavión, lo que le permitía una amplia versatilidad de operación (Archivo General de la Nación)

Los Viking fueron desarmados y embalados por la Vickers para ser enviados a Canadá, pero finalmente permanecieron en el país, pues fueron vendidos a la Armada Argentina para su aviación naval y enviados a la Estación Aeronaval Puerto Belgrano.

Misión Junkers

En junio de 1924 arribó al país una nutrida comitiva de pilotos, técnicos y agentes de ventas de la Junkers Flugzeug und Motorwerke AG. La comitiva traía consigo una variada cantidad de aviones de esta renombrada fábrica alemana, con el propósito de venderlos, establecer líneas aéreas o incluso tentar a algún inversor para su fabricación en el país. Desembarcaron dos Junkers F.13 equipados con flotadores, cuatro F.13 terrestres, un A.20, un T.23 y un K.16 (s/n 527). La característica de esta fábrica, era que sus construcciones eran enteramente metálicas y con diseños aerodinámicos altamente eficientes. Todos sus modelos estaban recubiertos de una chapa acanalada y todos con motores alemanes. Fueron presentados públicamente en las instalaciones del Aero Club Argentino en el aeródromo de San Isidro, donde se reunieron más de cien invitados que pudieron apreciar las bondades en vuelo de cada uno. Todos estos aviones tuvieron una destacadísima presencia en nuestro país, en diversos roles y en varias provincias; pero lo importante para nosotros son los dos F.13 con pontones.

El Junkers F.13 R-ACTB fondeado de manera segura en la balsa de la Misión Junkers en, aguas de la Dársena Norte (Colección Juan Maruri)

Es que con la suspensión de la subvención a Kingsley, este quedó a merced de los alemanes que ya tenían el mismo en vista en, sólo que Kingsley les ganó la pulseada dos años antes. Lo cierto es que desde el 1° de mayo de 1926, ambos aviones comenzaron a efectuar el servicio a Montevideo, merced a una nueva subvención que la Dirección General de Correos había otorgado con una frecuencia trisemanal. Los F-13 eran con mucho, mejores y más cómodos aviones que los Viking IV. Estos tenían una capacidad de x pasajeros y estaba propulsados con un motor L.5 de 300 hp

Del mismo modo que los ingleses, los Junkers fueron amarrados en la Dársena Norte, desde efectuaban el recambio de pasajeros. Las fotografías existentes, dan cuenta de una balsa similar a la que utilizaba Kinglsey. No sería de extrañar que los alemanes hayan utilizado exactamente la misma. Sobre ella, se instaló una casilla con un pescante para facilitar la terea de amarre de los hidros.

El contrato con el correo fue prorrogado hasta diciembre de 1924 cuando operó en vencimiento. No obstante ello la Misión Junkers continuó con el servicio sin subsidio alguno. En 1926 las estadísticas parciales ese tiempo se transportaron 663 pasajeros, 3.277 kilogramos de carga y se cumplieron 230 vuelos. Para entonces, a los dos F.13 existentes, se le habían incorporado un tercer F.13 y un hidroavión Junkers G.24 con tres motores L.5 de 300 hp con capacidad para diez pasajeros y tres tripulantes. Los vuelos a Montevideo se mantuvieron hasta el 07 de octubre de 1927, cuando fueron definitivamente cancelados con la realización del último servicio.

El F.13 R-ACTA se apresta a despegar rumba a Montevideo (Archivo General de la Nación)

Plus Ultra

En 1526, el explorador español Sebastián Gaboto se estableció con su flota en el cabo de Santa María (actualmente Punta del Este, Uruguay). Tenía la especial encomienda de la corona española de explorar el territorio fluvial, aguas del Río de la Plata. Como homenaje a esta expedición cuatrocientos años después, las fuerzas armadas españolas organizaron un vuelo entre España y Buenos Aires.

La nave era un hidroavión Dornier Do J Wal de diseño alemán pero construcción española, que estaba propulsado por dos motores Napier Lyon de 400 hp cada uno. Sus tripulantes fueron cuidadosamente seleccionados y quedó conformada por el comandante Ramón Franco como piloto; el capitán Julio Ruiz de Alda, navegante; sargento Pablo Rada como mecánico de a bordo y el teniente de navío Juan Manuel Durán como representante de la Armada española. El avión fue bautizado Plus Ultra.

El Dornier Do.J Wal Plus Ultra sobrevuela el Puerto antes de aterrizar finalmente en Buenos Aires. Obsérvese la gran cantidad de público que acudió al lugar para recibir a los raidistas españoles (Archivo General de la Nación)


El trayecto partiría desde la costa española, Islas Canarias, Cabo Verde, atravesar el Océano Atlántico hasta la isla de Fernando de Norhona (en Brasil), Recife, Río de Janeiro, Montevideo y finalmente Buenos Aires. La partida se produjo el 22 de enero de 1926 y con numerosos incidentes que hicieron peligrar la travesía, llegaron el 9 de febrero a Montevideo. La última etapa se programó para el día siguiente. El Wal despegó a las 12.00 y puso proa a Buenos Aires.

Una hora y quince minutos después, el enorme hidroavión se divisó desde el puerto donde se había reunido una multitud para recibir a los raidistas. Jamás se había visto un hidroavión tan gran en el Río de la Plata y nadie parecía querer dejar pasar el evento. Automóviles y tranvías quedaron atascados por la gran cantidad de público que se dio cita en la costanera, para ver la llegada.

El Plus Ultra sobrevoló la ciudad y finalmente acuatizó en aguas del Puerto Nuevo. La tripulación descendió y se dirigió en medio de la multitud, hacia la casa de gobierno donde el comandante Franco debía entregar un mensaje del Rey Alfonso XIII al presidente Alvear. El hidroavión quedó a cargo del mecánico Pablo Rada quien supervisó el remolque hasta la boya de amarre, en las cercanías del Yacht Club, del lado del Antepuerto.

La permanencia de los tripulantes españoles en nuestro país fue un constante agasajo y muestras de reconocimiento hacia ellos, su travesía y el reino de España. Aunque Franco tenía la orden expresa de entregar el Dornier Wal en donación a las autoridades argentinas, intentó por varios medios convencer a sus superiores la continuación del raid, subiendo por la costa del Pacífico, cruzar a Cuba y retornar a España. Su proyecto fue rechazado y se le ratificó la orden de entregar la aeronave.

Personal de la Armada lleva el Wal M-MWAL luego de que fuera oficialmente entregado (Archivo General de la Nación)

Luego de un vuelo de cortesía a Montevideo, el 11 de marzo de 1926 el Dornier Wal M-MWAL “Plus Ultra” fue recibido por las autoridades argentinas. Actualmente, el mismo se conserva en el Museo del Transporte de la ciudad de Luján en la provincia de Buenos Aires.

Olivero y Duggan y el “Buenos Aires”

Cuando aún no se habían tranquilizado los ánimos por la efervescencia popular provocada por la travesía del Plus Ultra, el piloto argentino Eduardo Olivero y su compañero Bernardo Duggan, estaban ajustando los detalles de sus intenciones de efectuar un raid, volando desde los Estados Unidos hasta Buenos Aires, siguiendo la costa atlántica.

Bernardo Duggan  y Eduardo Olivero(AE&O)

Duggan aportó los recursos económicos para financiar el proyecto, que incluyó la adquisición en  Italia de un hidroavión Savoia S.59 equipado con un motor Lorraine de 450 hp. La tripulación se completó con el experimentado mecánico de a bordo Ernesto Campanelli.

Bautizaron al hidroavión con el nombre de “Buenos Aires” y partieron desde New York el 24 de mayo de 1926. Luego de cubrir las etapas de Miami, La Habana, Port Au Prince, San Juan de Puerto Rico, Fort de France, Puerto España, Georgentown, Paramaribo, Belem, Vitoria, Río de Janeiro y  Río Grande, llegaron a Montevideo el 10 de agosto. Los más de dos meses que insumieron en cubrir el trayecto hasta la capital Uruguaya, hablan por sí solos de las vicisitudes que debieron enfrentar los raidistas, perjudicados principalmente por constantes condiciones meteorológicas adversas.

Fotografía coloreada del bautizo del Savoia S.59 “Buenos Aires” en los Estados Unidos (AE&O)

Para no variar, el último tramo hasta Buenos Aires, cruzando el Río de la Plata se presentó desde el 10 de agosto con un fuerte temporal que retrasó aun más le llegada a casa. Las condiciones se mantuvieron hasta el 13 de agosto, cuando se observó una leve mejora. Esa situación fue aprovechada y se anunció la inmediata partida.

A primera hora de la tarde, el Buenos Aires rugió sus motores en el puerto de Montevideo para encarar la ultima etapa del largo vuelo. Al igual que había sucedido con la llegada de los españoles, el público invadió en masa las costas del antepuerto para observar la llegada de los viajeros. El  hidroavión tomó contacto con la costa argentina a la altura de Quilmes y luego de sobrevolar la ciudad, acompañado de varios aviones que lo escoltaban se dirigió a aterrizar en el Antepuerto.

Los tripulantes fueron transferidos al crucero Garibaldi, donde fueron recibidos por sus familiares y luego conducidos a tierra para entrevistare con el presidente Doctor Marcelo Torcuato de Alvear.

El “Buenos Aires” ya en el Antepuerto de Buenos Aires (AE&O)

Taxi Aerei

A pesar de los intentos ya narrados, el puente aéreo entre Buenos Aires y Montevideo seguía tentando a nuevos emprendedores aeronáuticos a probar suerte. A principios de 1928 el teniente coronel Ernesto Colombo (de la Regia Aeronautica) presento un proyecto ante las autoridades argentinas para establecer un servicio similar a los anteriores intentos, pero bajo el esquema de vuelos no regulares para pasajeros, carga y correo, entre Uruguay, Paraguay y Brasil.

La propuesta fue aceptada y el permiso le fue concedido el 21 de abril de 1928, en favor de un emprendimiento llamado “Taxi Aerei”, precisamente en referencia a que eran vuelos a demanda del mercado y no a la inversa. Como flota, Colombo importó un único hidroavión Savoia S.59 bis propulsado por un motor Asso de 400 hp, que llegó por barco al puerto de Buenos Aires. Luego de ser armado y probado en vuelo, se le otorgó el Certificado de Matriculación N° 4 y quedó listo para prestar servicios.

Los mismos se basaron en el embarcadero flotante E-15, propiedad de la Dirección General de Navegación y Puertos del Ministro de Obras y Servicios Públicos. Sobre este pontón se levantaron dos pequeños hangares de madera, una pluma con guiche, dos pescantes de botes y otras instalaciones secundarias. Este armatoste flotante se denominó “Estación Aeronaval Civil de Buenos Aires”, anclada en la zona Norte del Ante Puerto de Buenos Aires.

El Savoia S.59 de Ernesto Colombo despegando con rumbo a cruzar el “Charco”  (Archivo General de la Nación)

Los vuelos comenzaron el 15 de julio de 1928 hacia Montevideo y desde entonces tuvo varias salidas a la capital uruguaya, además de Colonia, Carmelo y algunos otras sobre la ciudad de Buenos Aires. A fines del mes de octubre, mientras se estaba realizando el izamiento del Savoia para trasladarlo al hangar y someterlo a tareas de mantenimiento de rutina, el cable de acero del aparejo, se cortó, lo que provocó la caída aparatosa del bote volador sobre el pontón. El avión resultó con daños en el casco inferior del fuselaje y las alas, que requirieron reparación mayor en los talleres de la Base Aeronaval Puerto Belgrano. Luego de las mismas el avión quedó perfectamente reparado a un costo de $ 3.638,01

Mientras esto sucedía, Taxi Aerei había reiniciado sus servicios con la recepción de dos nuevos botes voladores a fines de octubre de 1928. Estos eran dos Cant 10ter, biplanos y equipados con un motor Lorraine Dietrich de 400 hp, capacidad de 5 pasajeros en una cabina abierta. Estos dos ejemplares, recibieron los Certificados de Matriculación N° 5 (s/n 009) y 6 (s/n 010). Los vuelos se reiniciaron el 6 de diciembre, pero al finalizar ese año los esfuerzos de Colombo por mantener su empresa activa, fueron en vano, pues no generó las ganancias pretendidas.

El último vuelo se realizó el 25 de diciembre de 1928. Colombo se abocó de inmediato a encontrar compradores para sus aviones. Para colmo de males, el 6 de febrero de 1929 se perdió en aguas del Río de la Plata unos de los Cant 10ter mientras estaba siendo trasladado en remolque desde Colonia hacia Buenos Aires.

Finalmente, el Departamento de Marina del Ministerio de Guerra de Paraguay se transformó en el nuevo dueño de los restantes aviones. Colombo partió presuroso a Asunción del Paraguay, dejando impagas las deudas por las reparaciones del Savoia y otra de 4.083,94 $ mn que le reclamaba el Ministerio de Obras Públicas en relación al embarcadero flotante.

NYRBA

En agosto de 1926 Olivero, Duggan y Campanelli, habían llegado a Buenos Aires desde New York, envueltos un verdadero clamor popular. Tras su llegada, los tripulantes declararon a la prensa que los inconvenientes que habían sufrido durante el vuelo, los hacían pensar que aún no estaban dadas las condiciones para establecer una ruta aerocomercial permanente con los Estados Unidos.

Dos años más tarde, el cono sur americano se había transformado en un preciado trofeo que se debatía entre dos emprendedores americanos. Ambos pugnaban comercialmente para hacerse con el contrato del congreso americano que les permitiera realizar el transporte aéreo del correo hasta estas latitudes.

El Sikorsky S-38 (s/n 14A) NC5933 bautizado “Washington con el que O¨Neill llegó al puerto de Buenos Aires el 12 de julio de 1928 (Archivo General de la Nación)

El primero en lograr un acuerdo fue Ralph O´Neill quien obtuvo una ligera ventaja sobre su competidor; Juan Terry Trippe. Sin un solo documento en firme, O´Neill anunció el inicio de las operaciones y la inminente autorización del contrato aeropostal con el gobierno americano. Con esta estrategia llegó a Buenos Aires a mediados de mayo de 1928 para presentar las buenas nuevas a las autoridades argentinas, visita que le redundó en la correspondiente autorización a su empresa, la Trimotor Safety Airways a establecer un servicio aeropostal semanal con los Estados Unidos.


Uno de los S-38 se desplaza en aguas del Puerto Nuevo (Archivo General de la Nación)

Para explotar esta ruta, O´Neill creó una nueva empresa denominada NYRBA (New York  Río – Buenos Aires)   y la equipó con hidroaviones Sikosrsky S-38 y algunos Fortd 4-AT y 5-AT Trimotor. Partió desde New York a bordo del S-38 (s/n 14A) NC5933  bautizado “Washington” para un vuelo de coordinación verificación de rutas y facilidades. Llegó al puerto de Buenos Aires el 12 de julio de 1928 y amarró su nave en Yacht Club Argentino. El 20 de agosto comenzó con la explotación de la ruta a Montevideo y la llegada a fines de septiembre, de un segundo S-38 bautizado “Montevideo”, le permitió incrementar la frecuencia a dos viajes diarios.

Para efectuar los vuelos de la línea principal, hacia los Estados Unidos, O´Neill encargó la construcción de catorce botes voladores bimotores, Consolidated XPY-1 Commodore con capacidad para 12 pasajeros acomodados en un interior de lujo. La primera de estas naves completó el viaje completo, en 17 días, llegando a destino el 29 de noviembre de 1929. La ruta regular comenzó a ser volada el 8 de enero de 1930 con el primer vuelo ascendente.

La flota de hidroaviones principal de NYRBA estaba soportada por diez Consolidated XPY-1 Commodore. Uno de ellos, amarrado en Puerto Nuevo (Archivo General de la Nación)

Por su parte, Juan Terry Trippe había fundado la Pan American Airways e iniciado sus vuelos desde Miami a La habana (Cuba). Trippe también tenía interés en llegar al cono sur y para ello se asoció con la naviera de W.R. Grace & Co., en una genial maniobra comercial, que dio origen a la Pan American – Grace Airways (Panagra). Los recursos económicos y contactos políticos de esta última ahogaron financieramente a NYRBA, que terminó por fusionarse con Panagra en agosto de 1930

La flota de NYRBA estaba conformada por diez Commodore, nueve S-38, seis trimotores Ford, dos Lockheed Vega y otras aeronaves menores que totalizaban unas 30 unidades. No obstante estos aviones, Panagra basó el grueso de sus operaciones con aeronaves terrestres desde el Aeropuerto de Morón. Algunos S-38 fueron mantenidos para cubrir la ruta a Montevideo desde el Ante Puerto.

Recién en noviembre de 1934, Panagra cambió radicalmente su flota con la incorporación de los cuatrimotores Sikorsky S-40 Super Clippers. Aunque para esta época, las maniobras lentamente comenzaron a trasladarse a Puerto Nuevo.
 

Detalle de la proa de los Commodore (Archivo General de la Nación

El Apeadero de Puerto Nuevo

Aunque NYRBA era la única empresa extranjera con operación de hidroaviones, existían otras como PANAGRA y Aeroposta Argentina que también ofrecían servicios internacionales. Desde los aeródromos de Morón y General Pacheco respectivamente, ambas basaban sus rutas a Estados Unidos y Europa. Estos campos eran excelentes en infraestructura, pero estaban mal ubicados. Lejanos y de difícil acceso era un problema más a la ya compleja realidad de estas empresas.

Y presionaban a la autoridad aeronáutica por la habilitación de un sitio lo más cercano posible a la Capital Federal. El punto catalizador de estos pedidos, fue el Director de Aeronáutica Civil, Salvador Bavastro. Recordemos que para entonces, la ciudad de Buenos Aires se encontraba sumida en una interminable discusión sobre el cómo y dónde localizar el aeródromo de la ciudad (ver aquí para más información)

Bavastro propuso un nuevo aeropuerto urbano, a construirse en la zona delimitada entre la Avenida Costanera, la calle Canning, las vías del ferrocarril y la Avenida Sarmiento. Era un gran proyecto, que demandaría un buen tiempo en discutirse, aprobarse y estar operativo. Mientras tanto y para solucionar la necesidad inmediata de las empresas habilitó un descampado como “aeródromo transistorio”. Era una porción de terreno de propiedad del Estado Nacional que había sido ganado al Río de la Plata como consecuencia de la construcción del Puerto Nuevo (En la actualidad es el polígono determinado por las Avenidas Antártida Argentina, de los Inmigrantes y Ramón Castillo; y la curva de la Avenida Corbeta Uruguay.  Hoy está ocupado por la Casa de la Moneda, Tribunales Federales, el Edificio Cóndor y algunas dependencias de la Armada Argentina)

El aeródromo comenzó a ser usado desde el 20 de diciembre de 1929 por las tres empresas, sin mayores protocolos operativo ni actos acartonados. A diario, operaban los Ford 5-AT Trimotor de NYRBA, Fairchild FC-2W de PANAGRA y algunos Laté de Aeroposta. A ellos se les sumaban la operación de algunas máquinas privadas, cuyos propietarios veían sumamente cómodo el aeródromo.

Desgraciadamente, dos graves accidentes ocurridos en el lugar determinaron su inhabilitación en maro de 1930. Este corte tiempo de existencia fue contemporáneo de un período de intensa actividad de hidroaviones a muy pocos metros de allí (La historia de este campo conocido como el “Apeadero” ya ha sido tratada en nuestro blog)


El “Apeadero de Puerto Nuevo” como se conoció al aeródromo habilitado por poco tiempo, en tierras ganadas al río y muy cercano a la Dársena Norte (Carlos Mey)

La Escuela de Hidroaviación del Yacht Club Argentino

Hasta entonces, el Yacht Club Argentino había sido un espectador de lujo de todas las visitas aeronáuticas que hasta entonces había operado en el antepuerto ó Dársena Norte aguas y usado sus instalaciones. Pero esta era una época, en donde la aviación general comenzó a popularizarse de tal modo, que comenzó llamar la atención a los miembros de esta tradicional institución porteña.

Los hidroaviones tenían una estrecha vinculación con la marina y así lo entendieron sus autoridades, que desde octubre de 1937 decidieron emitir un documento en donde declaraban su apoyo a la actividad. De hecho, entre sus miembros ya habían varios pilotos de aeronaves y estaba interesados en los hidros. El Yacht Club Argentino, solicitó el apoyo de la Dirección General de Aviación Civil, por entonces a cargo del Doctor Samuel Bosch y también socio del Yacht Club.

Biplano Fleet II similar al entregado al Yacht Club para su escuela de hidroaviación (Gabriel T. Pavlovcic)

Así le fue asignado a la institución un biplano Fleet II registrado LV-EBC (Ex R51), y que fue identificado internamente como hidroavión “N°1”. Lógicamente se trataba de una aeronave terrestre el que se trasladó por tierra hasta el Yacht Club, donde le fue removido el tren de aterrizaje y se le instalaron flotadores de descarte de la Aviación Naval. Con él se inició la actividad con los cursos y vuelos de entrenamiento.

Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, comenzó a ser evidente que la escalada bélica alcanzaría a todos los países, estuvieran involucrados en el conflicto o no. También demostró que la aviación era protagónica y para ellos se necesitaban aviones y sobretodo pilotos. En un esfuerzo privado por proveer instrucción civil a la mayor cantidad de interesaos, en junio de 1940 se creó la “Junta Argentina de Aviación”. Una organización civil que administraba fondos estatales para distribuir entre las instituciones aerodeportivas.

El Luscombe 8A Silvaire (s/n 1134 ) LV-NAD en tareas de alistamiento de vuelo en las cercanías del Yacht Club (Francisco Habritter)

Con la existencia de la Junta a partir de 1942 el Yacht Club Argentina renovó sus actividades áreas con la conformación de una Sub Comisión de Hidroaviación y estableció la primera Escuela civil de Hidroavión. Con esta excusa se solicitó la asignación de una nueva aeronave para modernizar e incrementar la flota. El día 25 de julio de 1942, la Dirección de Aeronáutica Civil hizo entrega al Yacht Club Argentino de un Luscombe 8A Silvaire (s/n 1134) LV-NAD, que fue adaptado a hidroavión con incorporación de sendos pontones.

Además, se comenzó a construir un hangar para alojar al Luscombe y se reparó una grúa para las operaciones de izado de la aeronave desde la playa de maniobras frente al hangar. Como instructor se designó a Ubaldo Sívori que inició la instrucción a los nuevos alumnos el 05 de diciembre de 1942

El 15 de junio de 1944 el Fleet II LV-EBC sufrió un accidente con daños menores durante al acuatizaje. El avión pudo ser reparado, pero fue devuelto a su condición original de aeronave terrestre.

Toda la actividad quedó resignada al Luscombe Silvaire LV-NAD, con el que se logró formar varias camadas de pilotos de hidroavión y sus vuelos de entrenamiento. El 30 de agosto de 1946 sufrió un grave accidente cuando intentó acuatizar en la Dársena Norte durante el intenso oleaje producido por una sudestada. El Luscombe capotó y se hundió. Aunque fue rescatado, jamás se reparó.

El  LV-NAD en la rampa de fondeo del Yacht Club (Francisco Habritter)

La operación cotidiana de estos dos hidroaviones del Yacht Club no era simple. Hacerlo en el Antepuerto implicaba enfrentar un oleaje mayor y dentro de la Dársena Norte, simplificaba esto último, pero las distancias disponibles no eran generosas, lo que obligaba a sobrevolar galpones, antenas, grúas y mástiles. Y cuando todo esto había sido posible, debía tenerse especial cuidado en las maniobras de otras embarcaciones que inadvertidamente se cruzaban en las trayectorias de la aeronave o producían oleaje de navegación.

Con ambos aviones fuera de servicio y la habilitación de la Dársena Norte como base de hidroaviones, no volvieron a utilizarse el Antepuerto ni la Dársena Norte para operaciones aéreas.

Aunque no hubieron grandes estructuras montadas, el lugar hoy tiene la misma fisonomía que durante sus años de operación de hidroaviones, pero ninguna relacionada con esta actividad.

Aspecto actual de la zona del Antepuerto, Dársena Norte y Yacht Club. Excepto por algunas construcciones modernas, el lugar mantiene la misma fisonomía que en la época que era utilizado como base de hidroaviones (AE&O) 

Afortunadamente, aún posee carácter aeronáutico y está dado por la existencia de una plataforma para helicópteros en el brazo norte de la Dársena. Se trata de un lugar militar bajo la órbita de la Fuerza Aérea Argentina (Dársena Norte – HDN)

Helipuerto de Fuerza Aérea, ubicado en el espigón norte en la entrada a la Dársena Norte (AE&O)

 Agradecemos a Francisco Halbritter por sus datos aportados en la realización de esta entrada.  

Bibliografía.

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Diario La Nación edición del 09 de octubre de 1937

www.yca.org.ar

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